La paradoja del poder: El madurismo en la curva de Basu

Los cadáveres regados en su trepada al poder son las cadenas que apresan al madurismo."

Quienes piensan que ofreciéndole al madurismo un “puente de oro” para retirarse a una mansión con vista al Bósforo nos liberará de su yugo e incompetencia, están equivocados.

Una vez en la cima del poder, no hay escapatoria: son tan prisioneros como aquellos a quienes han condenado a la cárcel. Su impulso es a seguir gobernando hasta que la muerte los encuentre pacíficamente en sus camas, o hasta que sean derrocados o asesinados, como ocurrió con Ceaucescu, Somoza o Franco.

Para el dictador y su clique, el poder es el único objetivo. Y allí radica su dilema: mantenerse en el poder implica multiplicar sus violaciones y abusos. Una dinámica en espiral que se intensifica con la certeza de que solo el poder los salva de la Justicia.

En la elección presidencial de 2013, los primeros resultados de la votación que llegaban daban perdedor a Maduro. Mientras esta tendencia se mantenía, escuché con frecuencia a miembros del actual clique madurista decir que por nada del mundo le entregarían el poder a Capriles. Si esa era la mentalidad antes de que Nicolás fuera presidente, imaginemos cómo será ahora, diez años más tarde, con una lista de crímenes pendientes ante la Corte Penal Internacional.

Kaushik Basu, quien fuera economista Jefe del Banco Mundial, ha señalado que esta dinámica es universal. En su trabajo “La transformación de los dictadores: por qué empeoran con el tiempo”, modela esta tendencia basándose en el análisis del orteguismo en Nicaragua.

De acuerdo con el modelo de Basu, la capacidad de un autócrata para mantenerse en el poder está directamente relacionada con el daño (e) que pueda causar a personas e instituciones: cuanto mayor es el daño, aumenta sus probabilidades de permanecer en el poder.

Sin embargo, esto tiene un límite.

Dicha función (e) es convexa, lo que significa que llega un punto en el que infligir más daño resulta en beneficios decrecientes.

Basándome en esta tesis, quisiera argumentar contra la ilusión de cierta oposición que piensa que el madurismo optará por los incentivos de un exilio dorado en lugar de continuar con el delicado equilibrio que lo mantiene en el poder; o que cree que cederán ante la presión de las sanciones económicas.

El precio de Barbados

La decisión del TSJ de anular la primaria presidencial opositora encaja perfectamente en el modelo de Basu. Con este movimiento, avanzan en la curva de costos asociados a su perpetuación en el poder, al mismo tiempo que erosionan sus beneficios potenciales a futuro. Interpretando a Basu diríamos que esta es la paradoja de su poder: cuanto más intentan aferrarse a él, más se limitan sus opciones futuras.

En este escenario, con una sociedad civil migrando y desarticulada, son los Estados Unidos quienes detentan la capacidad real de influir en los costos que implica para el madurismo mantenerse en el poder. La relajación de sanciones, resultado del acuerdo de Barbados, representa el oxígeno que el gobierno urgentemente necesita. Sin embargo, el precio de esta concesión, abrir una pequeña hendija de democracia, es uno que el madurismo no está dispuesto, ni puede, pagar.

Lo que la reciente primaria opositora reveló, y que sembró el terror en el gobierno, es la dimensión y la intensidad del rechazo que siente el venezolano hacia el clique en el poder. El voto movilizado en estas primarias es, en esencia, un voto de rechazo al “estado actual de las cosas”, una manifestación contra el peor gobierno que ha visto nuestra historia.

Sin embargo, frente al puntapié del gobierno al acuerdo de Barbados, los Estados Unidos se encuentran en una encrucijada estratégica: ¿deben reducir las sanciones, esperando que un respiro económico detenga el flujo migratorio hacia sus fronteras, o es preferible mantener la presión financiera sobre la dictadura?

Ante la primera crisis del acuerdo de Barbados, las reacciones iniciales no han pasado de resoplidos, atajados por movimientos rápidos detrás del telón. La movida, sin embargo, reafirma lo que muchos, incluido el modelo de Basu, apuntan: el madurismo no abandonará el poder mediante negociaciones, pues su único objetivo es el poder en sí. Con su futuro en la balanza, el madurismo maniobrará para minimizar pérdidas, siguiendo la curva de Basu, y pagará cualquier precio para mantenerse en el poder.

La dinámica del poder, tal como la describe Basu, aunque universal, encuentra en Venezuela un caso particular. Mientras el régimen se aferra al poder, la sociedad venezolana y la comunidad internacional enfrentan un desafío sin precedentes. La historia no nos ofrece soluciones directas: no es solo cuestión de incentivos o sanciones. Estamos ante una entidad que percibe el poder no sólo como un medio, sino como su razón de ser. Si bien la historia ha demostrado que regímenes de esta naturaleza eventualmente caen, el costo para la nación y su gente suele ser elevado. La clave radica en una participación activa y decidida del pueblo, capaz de generar fisuras en la élite gobernante. 

Dentro de la élite madurista, en un juego de filigrana, hay quienes acechan para desplazar a Maduro y su clique del poder. Tras las primarias, las tensiones internas se han intensificado ante una nueva rendición de la evidencia: maduro es un ancla al cuello. En los pasillos y rincones del partido, se murmura lo que la primaria confirmó: el rechazo generalizado hacia el peor gobierno de nuestra historia que pretende reelegirse con el peor candidato que pudieran escoger. MCM nunca será candidata, ciertamente, pero maduro es quien menos garantiza un futuro para el chavismo.  Quien logre desplazarlo, contará con apoyos significativos, tanto internos como externos. La pregunta es: ¿Cuánto más está dispuesto a sacrificar el madurismo y cuánto más soportará Venezuela antes de llegar a un punto de inflexión?