¿Por qué Hace Agua el PSUV?
En el crecimiento de la abstención en casi 20 puntos entre los procesos electorales regionales de 2017 y 2021, puede leerse uno de los mensajes mas contundentes que envía el electorado a los actores políticos. De 40,2% de abstención que se registró en 2017, pasamos a 58,2% en 2021. La abstención, es un no hacer o no obrar que puede ser interpretado como la exteriorización de una determinada voluntad y en tal sentido ser tenida en cuenta. Tradicionalmente este tipo de procesos regionales sufre de apatía participativa, ya que electorado no los percibe como disputas donde se juega verdaderamente el poder. En Venezuela, el histórico de participación en comicios regionales oscila alrededor del 45% del padrón electoral.
Obviamente la migración masiva, 6 millones según la plataforma R4V, otorga una primera explicación al fenómeno. Sin embargo, es imposible estimar cuántos del REP migraron. Más aún cuando éste no ha sido depurado en mas de 20 años.
Para los votantes de oposición, analistas identifican en el “pleito” entre sus facciones, las campañas abstencionistas y la pérdida de la confianza en el interinato, a las principales fuentes de la abstención.
Mientras una parte de este electorado ha optado por una abstención política, o racional, para manifestar su rechazo ante el sistema político en general, o su desconfianza hacia el sistema electoral en particular; otra parte se muestra bastante escéptico de las capacidades de sus partidos para vencer al gobierno.
Igualmente, un cuadro comparativo entre los resultados de las primarias del PSUV y de las regionales publicado recientemente por el profesor Javier Biardeau, da cuenta de la crisis que vive el partido. Prácticamente no hay diferencia entre un evento y otro. Esto revela un techo en la capacidad de movilización del partido, no más allá de su voto duro, el cual pareciera también comenzar a mermar. La capacidad de convocatoria del PSUV se muestra en franco declive, mientras su maquinaria pasa aceite.
Ni el fastuoso despliegue propagandístico, ni los mecanismos de biocontrol social a través del carnet de la patria, ni la famosa operación remate o remolque (mas mito que realidad), parecieron funcionar para aportarle votos al partido de gobierno. Entre el votante chavista ha operado tradicionalmente que, cuando no se identifica con el programa o con los líderes políticos en la competencia electoral, se abstiene para expresar su insatisfacción. Así ocurrió en 2007 con la reforma, en 2013 con la primera elección de Maduro y ahora en la pírrica victoria de 2021. La sociología del voto también nos habla de que antes de transmutar su elección, el votante se abstiene de participar en al menos un evento electoral.
Una explicación a esto, podemos encontrarla en los estudios de opinión que se condujeron en el Minci durante mi gestión después de la derrota en 2007. Producto de la investigación, encontramos que el votante chavista, muy marcado por la identidad que Chávez le ha impregnado a través de su discurso, simbología y valoración a su persona en cuanto a sujeto social, se abstiene para mostrar su desacuerdo antes de votar “en contra de Chávez”. Ciertamente el país ha cambiado enormemente en los últimos años a consecuencia del doble golpe que le ha significado la tragedia del mal gobierno y de las sanciones. Sin embargo, el deslave en el rendimiento electoral del PSUV, mas que expresión de un país en transición, es producto de un partido que ha abandonado al sujeto popular como centro de su política y a la actividad identificante que le valió amplísimo apoyo entre las bases.
La actividad identificante del PSUV de Chávez giraba en torno a una resignificación del sujeto popular venezolano en cuanto a sujeto empoderado; una interpretación reivindicativa de nuestra historia nacional y un explícito rechazo ideológico al neoliberalismo y sus derivaciones políticas. En este sentido, también representaba la identidad de cierta venezolanidad. Tenía una capacidad propia para generar sentimientos de pertenencia, solidaridad e identificación entre sus miembros que desbordaba a sus simpatizantes y que a nadie dejaba indiferente.
Y es precisamente sobre el terreno fértil de la actividad identificante, donde el discurso ideológico encuentra asidero para avanzar las propuestas políticas de la revolución en aras de la profundización democrática de la sociedad. Es ella, además, la que erige las bases para la permanencia del partido en el tiempo.
A pesar de la evolución de sus organizaciones políticas, desde el MBR-200 hasta el PSUV, la actividad identificante desplegada por el presidente Chávez permaneció incólume. A ella se debe la eclosión de la cultura popular de la venezolanidad, del afirmativo venezolano; así como la renovación del interés por la política en amplios sectores de la población, especialmente entre los jóvenes, para lograr los altísimos niveles de participación política que registraban nuestros procesos eleccionarios.
Algunos atribuyen el triunfo de candidatos como Lacava, o el éxito de campañas como Topalián, a su mejor interpretación de la nueva realidad venezolana. El deslave en la votación del PSUV los desmiente. Su triunfo se asocia más a particularidades locales que viabilizan su liderazgo regional, difícilmente proyectable a nivel nacional. La paradoja del triunfo de estos candidatos es que se produce a pesar del propio PSUV.
En el PSUV ya no es la diana la que se escucha llamando a su militancia a la batalla, sino el alma llanera anunciando su ocaso.